En esta novela se puede observar cómo Vargas Llosa nos presenta su percepción de la sociedad limeña a través de las vivencias de los personajes dentro de la escuela militar Leoncio Prado. Las experiencias de estos personajes se entrelazan con sus realidades familiares y el autor presenta de manera cruda las vivencias de estos en el colegio militar, haciendo ver al lector lo parecido a la vida pavorosa de la ciudad.
Un ejemplo de lo expuesto se puede observar en la siguiente cita: “Todavía estás borracho, hombre, tú no has venido desde Huancayo en ese estado, te hubieras más que muerto a medio camino, si te han metido más de treinta chavetazos. Y mi madre le decía, "sí señor policía, su padre también era así, una vez me lo trajeron medio muerto, casi ni podía hablar y quería que le fuera a comprar más licor y como no podía levantar los brazos de tanto que le dolían, yo misma tenía que meterle a la boca la botella de pisco, se da usted cuenta qué familia” (página 90). Esta cita permite observar la rudeza de la crianza en la ciudad, y cuales eran los modelos a seguir que poseían los niños en Perú; un padre borracho y una madre sumisa que soporta a su esposo, pase lo pase.
De igual manera en esta novela existe una profunda identificación de los personajes Con las distintas formas de violencia y brutalidad física y se advierte un tipo de jerarquía social, de ahí provienen la mayoría de los apodos de los personajes que se dividían en clases: los jefes y los esclavos; por ejemplo Jaguar, Boa, Poeta y Esclavo.
Esta jerarquía se demuestra a lo largo de la novela a través de la discriminación, el racismo y sobre todo el machismo que conllevan a perjuicios sociales que existen en la sociedad limeña pero son plasmados por Vargas Llosa dentro del Leoncio Prado. Así encontramos esta cita: “Lo ha demolido la muerte de su yunta. Los blanquiñosos son pura pinta, cara de hombre y alma de mujer, les falta temple; éste se ha quedado enfermo, es el que más ha sentido la muerte” (página 103). Se demuestra entonces los prejuicios frente a los “blancos” considerados amanerados y débiles incapaces de ser hombres y comportarse como tales.
Asimismo, encontramos rasgos de regionalismo unido con discriminación, esto en la sociedad limeña es decir, el autor nos quiere transmitir, se encuentra arraigado a sus ideales; así cito: “Pero yo no hubiera roto el vidrio, hay que ser bruto para romper un vidrio. Los serranos son un poco brutos” (página 67). Encontramos entonces, este desprecio a los “serranos”, ejemplo de las actitudes de la ciudad que encaja perfectamente dentro del colegio militar.
Otro rasgo a señalar es el autoritarismo militar que insistentemente critica el autor a través de toda la novela. Se describe a la educación militar como la cual que convertirá en hombres a los muchachos, les enseñará disciplina, pero sobre todo el autor recalca la brutalidad que allí se imparte y como moldea la vida de los estudiantes del Leoncio Prado.
Observemos pues dos citas que exponen de la mejor manera lo anteriormente dicho:
“La voz del capitán Garrido les anunciaba que la vida civil había terminado para ellos por tres años, que aquí se harían hombres, que el espíritu militar se compone de tres elementos simples': obediencia, trabajo y valor” (página 20).
"Eso de dormir cerca del prócer epónimo habrá que ganárselo. En adelante, los cadetes de tercero ocuparán las cuadras M fondo. Y luego, con los años se irán acercando a la estatua de Leoncio Prado. Y espero que cuando salgan M colegio se parezcan un poco a él, que peleó por la libertad de un país que ni siquiera era el Perú. En el Ejército, cadetes, hay que respetar los símbolos, qué caray" (página 7).
Además, Vargas Llosa ofrece una imagen de la sociedad nacional como espacio de inevitable degradación humana. Esta perspectiva presenta una posición crítica frente a la realidad del país y resume los vicios existentes en la sociedad peruana como los que se presentan en la vida militar y en quienes aprecian esta vida; así se puede citar dos párrafos de la novela:
“- Es por eso que estás fregado - dice Alberto- Todo el mundo sabe que tienes miedo. Hay que trompearse de vez en cuando para hacerse respetar. Si no, estarás reventado en la vida.
- Yo no voy a ser militar.
- Yo tampoco. Pero aquí eres militar aunque no quieras. Y lo que importa en el Ejército es ser bien macho, tener unos huevos de acero, ¿comprendes? O comes o te comen, no hay más remedio. A mí no me gusta que me coman.
- No me gusta pelear - dice el Esclavo- Mejor dicho, no
- Eso no se aprende - dice Alberto- Es una cuestión de estómago.
- El teniente Gamboa dijo eso una vez.
- Es la pura verdad, ¿no? Yo no quiero ser militar pero aquí uno se hace más hombre. Aprende a defenderse y a conocer la vida” (página 9).
“El capellán del colegio es un cura rubio y jovial que pronuncia sermones patrióticos donde cuenta la vida intachable de los próceres, su amor a Dios y al Perú y exalta la disciplina y el orden y compara a los militares con los misioneros, a los héroes con los mártires, a la Iglesia con el Ejército. Los cadetes estiman al capellán porque piensan que es un hombre de verdad: lo han visto, muchas veces, vestido de civil, merodeando por los bajos fondos del Callao, con aliento a alcohol y ojos viciosos” (página 46).
Bibliografía
Efraín Cristal. La política y la crítica literaria. El caso Vargas Llosa. Revista Perspectivas Departamento de Ingeniería Industrial, Universidad de Chile, vol. 4, Nº 2, 2001: 339-351.
JM Oviedo. Revista Iberoamericana, 2009. <revista-iberoamericana.pitt.edu>